viernes, 14 de mayo de 2010

Es Imposible no comunicar

Es imposible no comunicar

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Por Joan Costa

Es tan inútil una teoría sin práctica como una práctica sin teoría. Sin práctica, una teoría no es más que palabras. Sin teoría, la práctica acaba en simple técnica. Por esto, quienes estamos todo el tiempo con problemas de estrategia y táctica empresarial con la vista puesta en los resultados, y al mismo tiempo estamos
en la universidad, no podemos perder el hábito de teorizar. Crear teoría es el gran placer de la inteligencia. Por eso hoy me he propuesto teorizar.

“Es imposible no comunicar”. Esta afirmación, corriente entre profesionales y estudiantes, tiene en sí misma un peso absoluto de convicción que nadie se atreve a discutir. Preguntémonos en primer lugar por qué. De entrada, porque existe -por lo menos en estado latente- la convicción generalizada de que todo comunica. Parece que todo lo que existe a nuestro alrededor, lo animado y lo inanimado, lo voluntario y lo involuntario, lo propio y lo ajeno nos están enviando constantemente señales, y que esto es inevitable. Tal es la creencia.

Dado que eso creemos, o estamos dispuestos a creer, cuando se dice “es imposible no comunicar” sentimos que se nos está dando la razón. Nada que objetar, porque “todo comunica”. Pero antes de seguir adelante, también debemos preguntarnos por qué creemos eso que creemos. Mi hipótesis es que hay dos motivos de fondo.

1. Psicología de la centralidad

El primer motivo es una cuestión psicológica. Es la tendencia a “hominizar” las cosas, humanizarlas: ellas me hablan, me envían sus mensajes. Esta tendencia un poco animista está ligada a la psicología de la centralidad: yo soy el centro del mundo (cada uno es el centro del mundo), y a mi alrededor, las cosas del mundo se organizan escalonadamente a través de la distancia -e inversamente, de la proximidad- en relación a mi posición central. Así, el mundo se presenta en perspectiva y lo que está cerca en principio me afecta más que lo que sucede lejos. Esta es la ley proxémica en psicología. Pero la distancia o cercanía de las cosas respecto a mí no sólo es una dimensión física o geométrica, sino sobre todo psicológica y, por tanto, emocional. Ser cada uno centro del mundo (de su mundo) es esencial por referencia a las cosas y los seres del entorno. Si yo no fuera el centro, ¿cómo podría entender el mundo?

Hasta aquí quedaría explicado teóricamente el por qué las cosas del entorno me envían señales, signos, mensajes. Si “todo comunica”, a pesar incluso de sí mismo, entonces “es imposible no comunicar”. Pero incluso estos argumentos de la psicología de la centralidad no bastan para explicar nuestra reacción conformista ante esta afirmación. Tenemos que considerar también una segunda razón que se imbrica con la anterior. Es la fuerza de las palabras: la capacidad de convicción o de seducción que tienen las palabras. Analicemos pues la construcción de esta frase “es imposible no comunicar” y veamos por qué ella misma nos impone tal fuerza de pregnancia.

2. Retórica de la convicción

En efecto, la frase en cuestión suena a desafío y, al mismo tiempo, tiene la apariencia de una paradoja. O de una verdad que no admite discusión. Tiene un acento intimidatorio por su contundencia. Sorprende, porque juega afirmando una cosa a través de una doble negación: afirma lo que es mediante un ”imposible” y un “no”. Y cierra así toda otra posibilidad. Esta exclusión explícita, que rechaza todo razonamiento, implica una consecuencia que, llevada al extremo, resultaría atroz: si todo lo que existe en el entorno, incluido yo mismo, está condenado a comunicar, entonces yo no soy dueño de mis actos, pues no puedo evitar estar constantemente emitiendo señales y signos. Todos seríamos una especie de máquinas incontrolables que emiten mensajes sin cesar. En este aspecto, el designio humano sería comunicar contra la voluntad de uno mismo.

La frase en cuestión “es imposible no comunicar” funciona como un axioma y una paradoja a la vez; primero por lo que el axioma tiene de imperativo y segundo porque al mismo tiempo, desconcierta. Se cierra así toda reacción dialéctica. La frase es rotunda, redonda. Gira sobre sí misma y deja la afirmación en el aire, como si todo estuviera ya dicho. No va más allá, ni nos deja.

Así que, al margen de si lo que se afirma aquí es verdadero o falso (es imposible no comunicar), lo que hemos examinado es el por qué esta frase convence y no admite discusión. Hemos visto cómo los mecanismos psicológicos de la centralidad individual y los mecanismos retóricos de la convicción se refuerzan recíprocamente, y así entenderemos por qué el enunciado “es imposible no comunicar” se impone como una verdad indiscutible. Pero...

Lo cierto es que no todo comunica, pero sí todo significa. Entonces, una afirmación verdadera es que “es imposible no comunicarnos”. La otra es que “es imposible no significar”. Todo significa. Incluso lo que no significa significa que no significa. Es la aportación de la semiótica a la teoría de la comunicación en la búsqueda de sus efectos psicológicos y sociales.

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